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QUIERO

 

Quiero besar la luna de los pobres

y quemar el telón de mi ceguera.

Quiero trepar al páramo sin nombre

y enarbolar mi voz con los que esperan.

 

Quiero heredar el lujo del apenas

y la madre intemperie de la calle;

la música salvaje de la pena,

y ser canción, gorrión de los detalles.

 

En donde el todavía da su rezo

quiero probar la piel de la paciencia,

y en el sutil ritual de andar sin peso,

 

desnudo de verdad y consecuencia,

quiero morder la vida hasta los huesos,

y el pan de los abrazos, esa ciencia.

Fernando Montalbano.

BIENVENIDA

Bienvenida sea la rebeldía,
provocar tormentas entre los brazos,
cultivar las dudas y los acasos,
y reír a pura melancolía.

Bienvenido el vino de lo imposible,
pero nunca el agrio té de los tibios.
Que desboque el tren del deseo anfibio
y que no haya vías para sensibles.

Saludo lo nuevo con raíz y sed,
la conspiración de todas las bocas.
Fusilar al ego contra la pared,

bienvenido es, por lo que me toca.
Bienvenido sea el amor sin red
y brindar con piel cuando no haya copas.

Fernando Montalbano.

 

REGLAMENTO INTERNO PARA SOÑADORES

No dormir con los párpados caídos,
traicionar reglamentos anteriores,
serle fiel al café de lo prohibido,
vacunarse contra despertadores.

Despistar a la hoz de la rutina,
caminar con la zurda por el borde,
no volar si no hay tierra en la retina,
y almorzar, por lo menos, un acorde.

Despeinar la melena de los libros,
ordenar las ideas como flores,
desertar de los besos sin peligro,

defender las tristezas en colores,
no perder la razón, sí el equilibrio.
Y mañana, vendrán sueños mejores.

Fernando Montalbano.

 

TE QUIERO

 

Te quiero en esta casa plenamente

libre, redonda, latiente y futura.

Te quiero sabia, por hembra y por luna

por enredadera posible y siempre.

 

Te pido florecer en las hendijas

de tanta dictadura de cemento,

y sueño que desarmes los cimientos

de la torre del no y la rutina.

 

Te llamo como llamo a mis adentros,

a media voz, cruzando las paredes,

pidiéndote que enciendas las mujeres

 

que explotan en tu todo y en tu beso.

Que el cielorraso no recorte el vuelo

de las camas y días que nos crecen.

Fernando Montalbano.

TANGO

 

Soy la piel del silencio cuando canto

amarrado al fueye de mi viola,

y un cuchillo de silbos va bordando

el misterio del sur, aquí en mi gola.

La cátedra del tango es puro abrazo,

casi un par de corazones en orsai.

Una danza de almas en pedazos,

como un náufrago destino del amar.

 

Cada vez que peligra la esperanza,

que mi rezo vital busca su dúo,

me abismo en el sótano del alma

 

y tiendo el todavía más absurdo,

allí, donde garúan las palabras.

Esa eterna milonga de ser uno.

 

Fernando Montalbano.

ORACIÓN

Amor nuestro que estás en el camino,
líbranos ya del viento sin canciones,
multiplica las lágrimas en vino,
perdona a la razón sin emociones.

Danos la piel de todos los misterios     
y el rumbo dulce de los extravíos.
Bendice el sexo, el propio criterio
y santificado sea el desvío.

Gloria al sagrado reino del pecado
donde el necio puede volar si ama;
pues milagros hay, donde hay osados.

Sea tu oración de saliva y cama
la fe posible de los apareados.
Sálvanos del gris y de no ser llama.

Fernando Montalbano.

INSTRUCCIONES PARA NO ESTAR

 

Mirarse en el ombligo de uno mismo,

evitar el espejo con el otro,

sembrar cursilerías en abismos,

esquivar la avenida del nosotros.

 

Vivir en una selfie clandestina,

reprimir los caballos de la pena;

en la red digital, ser la vecina,

y en la casa, un lobo sin condena.

 

Opinar sin saber desde tu podio

y entregarse al gris orgasmo de ser juez.

Un guardián del amor pero con odio.

 

Un buen vástago de nadie de una vez,

por si el sabio descubre nuestro exordio.

Bienvenidos a la vida que no es.

 

Fernando Montalbano.

Y EL AMOR 

 

Confieso sin pudor, que estoy en vilo,

pendiente del milagro cotidiano,

y cruzo con el haz de los sentidos

la niebla y el aún de lo que amamos. 

 

Sigue alerta mi beso —ese vigía—

por si acaso tu proa pida puerto.

No hay arpón mejor que el todavía

para hendir la rutina de lo cierto. 

 

De tu cuerpo al mío hay horizontes

que amarran y desatan nuestros barcos;

debe ser esa magia sin razones 

 

la que empuja a este par hacia el abrazo.

Ahora que nos crecen otros nombres,

las astillas dirán si fuimos árbol.​

 

Fernando Montalbano.

CATORCE DE FEBRERO

 

El día que me quieras es siempre hoy.

El instante que bebo de tus labios

es la única verdad bajo este sol;

el deseo, sin ley ni calendario.

 

No me importa si fuimos, si seremos;

me muerde eternamente este segundo.

El beso es el presente más sincero,

la célula preñada de futuro.

 

Aquí, sobre la espuma de lo incierto,

me declaro inmortal en tus abrazos;

parido en el misterio del encuentro

 

de dos, que codo a codo, casi humanos,

rebeldes, fugitivos y diversos,

estrenan el amor, a cada rato.

 

Fernando Montalbano.

RESONANCIA

Despierto en tus pupilas cada noche,

transpirado de lunas y caricias.

El tacto es la memoria que mi cuore

necesita para cruzar el día.

 

En ese territorio de cobijas

como un explorador de intimidades,

descifro el misterio que nos lía

en la lengua nocturna de la sangre.

 

Distintos espejos y el mismo puente,

perdidos en la umbría coincidencia,

curamos las verdades que nos duelen.

 

Testigos de una húmeda porfía,

apretados al lazo de los siempres.

El arte de seguir sembrando vida.

Fernando Montalbano.

 

GUITARRA

Quien tenga una guitarra entre los brazos
posee una fortuna imperceptible.
Un arma que recicla los fracasos
con balas de verdades invisibles.

Un trampolín de voz hacia uno mismo
y escalera de tonos esenciales,
para volvernos pájaro en un sismo
volcánico, de músicas plurales.

Yo tengo el diapasón de esa madera
clavado en el costado más izquierdo.
Si vibro en el país de esta quimera,

es por torcer las leyes de los cuerdos
con la piel de un poema en bandolera.
Y me guían seis cuerdas si me pierdo.

Fernando Montalbano.

AÚNAÚN

 

Parimos la canción con las entrañas,

pensamos con el cuerpo y el acaso.

Mordemos cada día la esperanza,

ese pan que hornean los abrazos.

 

No somos, sencillamente, estamos.

Alquimistas profanos de la angustia,

heridos de futuro y de pasado,

persistimos, como una humilde lluvia.

 

En un mundo virtual y sin sentido,

brindamos la ventana de los ojos,

la mirada, humanamente en vilo,

 

que no precisa cables ni cerrojos.

Y andamos —equilibristas del sino—

sembrando la utopía en los escombros.

Fernando Montalbano.

CANTAR

 

Cantar como una bendición pagana.

Parir el cancionero del silencio

por el volcán del pecho hasta el aliento;

esa alquimia de truenos y palabras.

 

Izar la voz desnuda en la terraza

como bandera de un torreón humano;

reciclar la rutina a puro canto,  

en domingo, a punta de garganta.

 

Embarazar el aire de sonidos

derrota al cementerio de la lengua,

descifra la tormenta del sentido,

 

devora la mordaza y la vergüenza.

Allí donde más duele lo no dicho,

nos besa una canción como respuesta.

 

Fernando Montalbano.

LA PALABRA

En furioso operativo
llevado al fin por la cana,
detuvieron el domingo
a una veintena de damas.

La Liga de la Impotencia
colaboró en el asunto,
ya que el oficio de éstas
era el más viejo del mundo.

La redada de rutina
se transformó en un quilombo
cuando una de las minas
desparramando morochos
le vomitó al sumariante
que no era cualquier levante.

Y a punta de documento,
igual que un ancho de espadas,
hizo un tajo en el silencio
con su nombre: “La palabra”.

Se le cayeron las tiras
desde el cabo al comisario;
el naipe no era mentira,
y ya, tanteaban el mazo.

Tenía chapa la turra:
—Soy la famosa Palabra,
la más fina que labura
con la lengua y con el habla.
Vaya midiendo la yuta
la importancia de esta puta.

—A políticos fugaces
en esa esquina asesoro.
Sexo, poder y lenguaje 
son un trío y un buen coro.

—Sólo doy turno a los puntos
necesitaos de letra.
Soy maquillaje de lujo
para el discurso berreta.

—Para el chamuyo con traje
soy la musa predilecta.
Mi aliento nace en el catre
pero sale hasta en la prensa.
Si con máquinas de rouge
se escribió hasta el Kapelusz.

Y una lluvia de mensajes
aturdió la Jefatura.
Un malón de intelectuales,
jueces, sabios y hasta curas.

Empresarios y doctores,
legionarios de Lacán.
La abstinencia de sus voces
exigiendo libertad.

Su abogado —un tal Cervantes—
derramó su ilustre labia,
y cuando un fiolo galante
gatilló flor de fianza,
desmintieron en la tele
la lista de los clientes.

Hoy soñé que la palabra
tiene una hermanita muda,
y aunque el nombre las iguala,
su melliza se desnuda

entre el yugo y la gramilla,
pues hace el amor su letra
sólo con gente sencilla
y a veces, con un poeta.

Su canción de humilde tinta
no será literatura,
porque su pezón de rimas
para el pueblo da su fruta.
Que la piel de mi poesía
sea fiel a su saliva.

Fernando Montalbano.

LA SOLEDAD ES IMPOSIBLE

 

Era un hombre tan solo

que echó a su sombra de sí mismo.

Prohibió la entrada de nostalgias

y cerró la última ventana del aún

y de todo indicio de melancolía.

 

Dictó una ley marcial en su confín

y decretó el olvido obligatorio piel adentro.

Ni el adiós podría doblegarlo.

Atrincherado en su muralla de jamás

se transformó en ausencia, fantasma,

en humo, su mirada.

 

El viento del sur sopló su nada,

desparramó su humanidad de aire

y reventó en la luz su anémica esperanza.

 

Llovieron sus astillas ese día

como una garúa de imágenes

sangrando de sus ojos.

Las gotas de su vida regaron la ciudad.

 

—La soledad es imposible— dicen que rezaba

mientras se convertía en pensamiento,

en recuerdo de otros,

y el otoño inauguraba abrazos en su nombre

y gorriones de su alma.

 

Fernando Montalbano.

EL OLVIDO ESTÁ DE MODA

Más cerca de la poesía
que de la música, late,
el trovador que me habita
como una mancha en el aire,
donde la cumbia gobierna,
y otros truenos y desvíos
que alquila la demagogia,
la del mercado voraz,
la del imperio del ya,
por si el sentido retorna.

Para qué besar con versos
si el viento no tiene sed.
Destino de canto adverso,
inútil, como una lupa
en las manos de los ciegos;
como tatuaje en la lluvia
con la lengua de pincel,
canto, escribo en el silencio,
y mi silbo son preguntas
en la tumba de los ecos.

Disculpen el raro oficio
de mirarse para adentro
a contramano del baile,
de la fiesta para nadie,
a contraluz de las sombras
televisadas y en red,
multiplicada en los panes
y en las fábricas de fe.
El olvido está de moda
y mi boca no lo sabe.

Fernando Montalbano.

 

VIOLETA PARRA

Roca de voz, Violeta,
rompé la modernidad;
esta cáscara que niega
el centro de la verdad.

Acribillá la vidriera
de ilusiones en oferta
con la belleza fiera
de tu décima más cierta,

que tu noticia antigua
sabe a amargura feliz,
cuando tu copla rasguña
el aire como un tapiz.

Dame la sal de la piedra
silente de tu dolor,
porque quiero ser tu hiedra
y llamarme Nicanor.

Quiero subir a tu Ángel
y afinar con Isabel,
para llover sobre el hambre
más feroz, el de la piel.

Antipoesía, tu rayo,
indomable y paridor,
Maldigo cuando lo callo,
y cuando no, soy cantor.

Quiero ser abismo y caja,
jardinero en tu saber,
que mi canto no se raja 
cuando aprende a ser mujer.

Violeta será mi trova
y Parra, mi corazón,
si la esperanza me roban;
tinto y tinta, mi canción.

Fernando Montalbano.

 

 

CAMBIAR EL MUNDO

Vos decís que no vas a cambiar al mundo con un pequeño gesto
y yo digo que sí.
Con un café pendiente, 
con una canción, con un solo beso y una mano solidaria
cambia uno y cambia una, y vos sabés que dos
a veces son un mundo, y a veces, mucho más.

Y es que nunca se modifica de golpe todo a la vez
como tormenta de luz o noche repentina o lluvia o sueño.

Un hombre emocionado, una mujer amada,
un corazón feliz por tres minutos sonantes, cambian.
Y así va creciendo esa ola invisible de abrazos,
por contagio y por amor.
Y un mar de brisas, todos saben, que es viento.

Empecemos ya. Soplemos.

Fernando Montalbano.

 

UN POETA EN EL BAR

 

Nunca nadie había visto a aquel hombre en el bar

y menos a semejante cantidad de metáforas

trepándose a la mesa de éste

que, con romanticismo calculador barajaba:

ésta sí, ésta no, ésta sí, ésta no.

 

Sus ojos se iban

un segundo hasta enfrente

y su boca mientras, tomaba café.

 

Tomaba una palabra

la giraba como a un trompo

y del hueco de sus manos

despedía finales, como dados.

 

Cualquiera diría

mirándolo desde esta mesa de la punta

que se estaba muriendo

un poquito.

 

Del cuello se quitaba letras

susurradas una vez,

se arrancaba cuanto verbo latiera entre sus piernas.

Se despegaba iniciales

de sus párpados,

adioses de sus labios.

Toda una multitud del lenguaje

arremolinada en la plaza de su mesa.

 

Viniendo del baño

lo sorprendí exasperado

apuntando con su birome

a indefensas consonantes.

 

No era forma esa, pensé

pero bueno,

al fin y al cabo

era un poeta.

 

Todos los clientes nos pusimos muy nerviosos

cuando revoleó esos dos nombres

en el aire

y el único silencio de la noche

tuvo respuesta en la palma de su mano

bocarriba

cara o seca.

 

El poeta entonces

desclavó sus pupilas

de la espalda de un ángel que cruzaba la calle,

llamó a sus oídos,

a sus dedos,

 

recurrió a tres o cuatro

recuerdos

que empezaban a ser viejos

y con la cuchara

del café

revolvió los renglones

y se tomó el último sorbo

del pocillo o el corazón

no se supo bien cuál.

 

El mozo

levantó los restos del poeta ido

como rastros de un pequeño y nocturno campamento:

las cenizas, la propina y una hoja en blanco.

 

Fernando Montalbano.

LIBROS

 

Es verdad,

los libros muerden.

Te persiguen como mastines

y no hay lugar seguro.

 

Te atraviesan

como colmillos

sus palabras que no ladran.

 

Cuidado con el libro.

Corre peligro

tu analfabeta alegría.

 

Fernando Montalbano.

Copyright 2007 © Fernando Montalbano. Todos los derechos reservados.

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